La tercera edición de la Lisbon Design Week (LDW) ha dejado claro que la capital portuguesa no quiere jugar en la misma liga que Milán, París o Londres, sino que prefiere trazar su propio camino: uno donde la artesanía, la tradición y la experimentación se dan la mano para crear algo auténtico y profundamente conectado a su territorio. Durante cinco días, del 28 de mayo al 1 de junio, más de 250 creativos —desde diseñadores consolidados a jóvenes talentos, colectivos, estudios y galerías— transformaron la ciudad en un gran escenario para celebrar el diseño en todas sus formas.

Con más de 90 sedes repartidas por barrios como Ajuda, Belém, Marvila o el centro histórico, la LDW 2025 ofreció un recorrido único por los oficios y las inquietudes que definen el presente del diseño en Portugal. Y lo hizo de la mano de nombres como Hamrei, Gabriel Tan, el colectivo Luso o el francés Noé Duchaufour-Lawrance, entre otros. Un evento que, como apunta la corresponsal de Monocle en Lisboa, Gaia Lutz, “pone el foco menos en las marcas pulidas y más en las historias táctiles que hay detrás de cada pieza y proyecto”.
La fuerza de lo artesanal
La verdad es que Lisboa no tiene grandes fábricas de mobiliario ni un mercado tan consolidado como el de otras capitales europeas. Sin embargo, eso mismo se convierte en una fortaleza: muchos de sus diseñadores, sin una hoja de ruta tan marcada, prefieren centrarse en los materiales, las técnicas y la conexión con su entorno. La ciudad funciona como un gran taller abierto, donde la curiosidad y la experimentación son los motores que impulsan el trabajo diario.
En este sentido, la LDW no solo ofreció exposiciones y charlas, sino que invitó a los visitantes a adentrarse en los propios talleres. Fue habitual ver a ceramistas trabajando en los escaparates de inmobiliarias o a artesanos mostrando sus oficios en estudios y galerías. Incluso en los espacios más comerciales, la premisa era “traer a un artesano y ponerlo en el centro”. Esa cercanía, esa sensación de estar al borde del taller en lugar de ante un escaparate pulido, es lo que hace que la semana de diseño de Lisboa tenga un aire íntimo y acogedor que la diferencia de otras citas europeas.

Hamrei y el renacer industrial en Marvila
Entre los espacios que destacaron este año está Dam, el nuevo showroom y espacio de eventos de la marca portuguesa Hamrei. Situado en el barrio de Marvila —convertido en un auténtico polo creativo gracias a la ocupación de antiguos almacenes por artistas, diseñadores y galeristas—, Dam es un claro ejemplo de cómo Lisboa está reimaginando su pasado industrial.
Hamrei, conocida por sus soluciones de mobiliario funcional y elegante, abrió las puertas de este espacio durante la LDW para mostrar nuevas piezas como una butaca y varios taburetes de bar, en un entorno de muros blancos y techos de hormigón visto que parecen un lienzo para sus propuestas. Además, la exposición incluyó pinturas del artista británico Harry Cartwright, inspiradas en el paisaje industrial del propio Marvila. Una forma de demostrar que, en esta semana, el arte y el diseño conviven sin fronteras.
La luz suave de Japón en manos de Gabriel Tan
Otro de los momentos más poéticos de esta edición lo protagonizó el diseñador y director creativo Gabriel Tan. Invitado por Molteni&C para una exposición en su flagship de la Avenida da Liberdade, Tan presentó “Shining a Light”, una serie de lámparas realizadas en colaboración con Nao Tesuki Washi, un molino de papel japonés con más de 300 años de historia.
Las lámparas, inspiradas en iconos como las velas de un barco o en homenajes a la Revolución de los Claveles portuguesa, utilizan el washi —un papel suave y translúcido— para crear una luz cálida y delicada. “La suavidad de la luz que emite el washi es inigualable”, explicaba Tan, que desde su estudio en Oporto ha sabido fundir la tradición japonesa con el espíritu local. Las esculturas de Gen Taniguchi, séptima generación del molino, completaban la exposición con formas orgánicas y etéreas.
Noé Duchaufour-Lawrance y la búsqueda de lo local
La diseñadora francesa Noé Duchaufour-Lawrance, afincada en Lisboa, también aprovechó la LDW para mostrar su proyecto “Made in Situ”. Un trabajo que va más allá de su práctica habitual y que se basa en el uso de materiales y técnicas locales. No se trata de producir en masa, sino de piezas únicas que capturan el espíritu de un lugar y la sabiduría de sus artesanos.
En un momento en que cada vez más interioristas buscan objetos con “sentido de lugar”, como apunta Gaia Lutz, propuestas como la de Duchaufour-Lawrance demuestran que lo pequeño y lo auténtico puede encontrar su propio mercado. Además, la presencia de compradores internacionales, atentos a llevarse un pedazo del espíritu ibérico, confirmó que Lisboa está dejando de ser un secreto bien guardado.
El diseño como espacio compartido
La LDW 2025 también celebró la colaboración entre colectivos como Bora y Luso Collective, fundado por Tomás Fernandes y Natasza Grzeskiewicz. Estos grupos, que reúnen disciplinas que van desde la madera y el vidrio hasta la cerámica y el textil, apostaron por mostrar sus procesos y abrir sus talleres a los visitantes.
Lejos de los grandes pabellones feriales, la LDW se desarrolla en espacios de trabajo reales, donde el visitante se convierte en testigo —y en parte— de un proceso creativo. Como decía un visitante que paseaba por el barrio de Marvila, “esto no es un escaparate, es un taller abierto”. Una afirmación que resume la esencia de un evento que, aunque todavía tiene margen para crecer y profesionalizarse, parece decidido a no perder de vista sus raíces artesanas.

Sostenibilidad y responsabilidad: las otras claves
La sostenibilidad y la responsabilidad social también encontraron su espacio en esta edición. Exposiciones como “The Echo of Raw Materials” en la Roca Lisboa Gallery, curada por Wesley Sacardi, subrayaron la importancia de repensar los materiales y su ciclo de vida. Una reflexión que estuvo presente en otras sedes, como la Galería Verride Palace, que lanzó la nueva marca de artículos para el hogar Tilburg, o en el trabajo de De La Espada, que presentó su sistema de gabinetes “Arts & Crafts” como un homenaje a la artesanía.
Un escaparate para la innovación silenciosa
No todos los proyectos de la LDW nacen de la tradición. Util, una marca portuguesa que diseña soluciones de almacenamiento metálico, mostró cómo la funcionalidad puede convivir con la elegancia. Sus estanterías y cajoneras de líneas depuradas —con detalles como los bordes curvados o los relieves que permiten apilar cajas sin dañarlas— están pensadas para quienes, como explican sus fundadores, “acaban de comprar su primera casa y quieren cuidarla hasta el último detalle”.
Util, con sede en la Rua do Giestal, es un ejemplo de la innovación silenciosa que define a muchas de las propuestas vistas estos días: pequeñas marcas que no buscan la espectacularidad, sino mejorar la vida diaria con soluciones que escuchan las necesidades reales de las personas.


La Lisbon Design Week 2025 se cerró con la sensación de que esta joven cita tiene todavía mucho margen para crecer, pero también con la certeza de que su fuerza reside en esa mezcla de intimidad y curiosidad que la hace tan especial. Mientras otras ciudades compiten por la espectacularidad de las cifras y los nombres, Lisboa prefiere abrir sus talleres, compartir procesos y dar voz a quienes están detrás de cada objeto.
La próxima edición de la LDW —con fechas todavía por confirmar— promete seguir explorando ese equilibrio entre la tradición y la experimentación que ha convertido a Lisboa en uno de los destinos más estimulantes para los amantes del diseño. Porque si algo ha dejado claro esta semana es que, en el diseño, las manos y el corazón siguen siendo tan importantes como la cabeza. Y en Lisboa, ambos están más que dispuestos a seguir trabajando codo a codo.